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El tiempo en la neurosis obsesiva

Andrea Fernández

Una de las premisas fundamentales para nuestra formación psicoanalítica es que el inconsciente es atemporal. En la práctica clínica, dicha atemporalidad puede leerse de diversas maneras. Para cada sujeto, el manejo del tiempo es sintomático. En esta oportunidad, me pregunto por las formas en que suele tomar en la neurosis obsesiva la temporalidad para el sujeto.

Miller nos indica que, si bien el inconsciente no conoce el tiempo, sí lo hace la libido.[1] Existe una temporalidad propia del sistema inconsciente, siendo Lacan quien alude a la paradoja del futuro contingente. Para dar cuenta de ella, Miller propone discernir dos tiempos: el tiempo 1, que es el tiempo que va hacia el futuro, el tiempo que está continuamente duplicado por el tiempo 2. Este tiempo 2 se dirige al pasado y es el constitutivo de la significación. Estos dos tiempos permiten discriminar entre un tiempo que progresa en dirección al futuro y un tiempo que retro actúa, que se dirige al pasado. El tiempo que se dirige al pasado es el que instituye la ilusión de eternidad.[2]

Asimismo, Miller nos enseña que Lacan realizó un esbozo de una clínica del tiempo, enfatizando que la regresión se produce, en forma primera, en la articulación de la cadena significante. Esta distinción, en cuanto a la temporalidad, permite retornar a la premisa freudiana de que el inconsciente es atemporal, como una eternidad y como un ser real.[3] Freud señalaba que el deseo inconsciente se mantiene siempre activo y que los procesos inconscientes son inalterables e intemporales; el tiempo pertenece al sistema conciente.

Retomando la pregunta inicial respecto de qué formas acostumbra a tomar en la neurosis obsesiva la temporalidad para el sujeto, Naranjo indica que en el obsesivo hallamos dos formas que parecen contraponerse en cuanto al manejo del tiempo: la procrastinación y el apresuramiento.[4] Suele reconocerse el tiempo en el obsesivo en la posición de procrastinación, en cuanto se localiza un goce de la suspensión del tiempo.

El origen de la neurosis obsesiva radica en la educación del comportamiento anal. En el Seminario 5, Lacan sitúa que el obsesivo “[…] ha de constituirse frente a su deseo evanescente”.[5] Ubica allí que el obsesivo —al igual que la histérica— tiene la necesidad de un deseo insatisfecho, un deseo más allá de la demanda. “El obsesivo resuelve la cuestión de la evanescencia de su deseo produciendo un deseo prohibido. Se lo hace sostener al Otro, precisamente mediante la prohibición del Otro”.[6] Lacan subraya el papel que juega el Otro en la dimensión de la demanda de obtener el objeto anal. La retención muestra la valorización de la demanda del Otro, el sujeto obtiene la demanda del Otro como objeto haciéndolo esperar y esto implica ya un manejo del tiempo.

Por su parte, Miller señala que lo que rige esta experiencia es una maniobra con el tiempo que produce un efecto, el de hacer surgir la espera.[7] Hallamos a la espera, entonces, como categoría temporal, enfatizada por Lacan como aquella que le permite mantener el control del lazo al otro, “[…] es la espera la que mantiene al otro en suspenso para hacerlo dar su objeto demanda […] la espera presentifica el futuro antes de que sea registrado como pasado”.[8] La espera se ubica antes del cruzamiento de los dos vectores del tiempo, el que progresa y el que retro actúa.

La estrategia del obsesivo apunta a anticipar, prevenir. El obsesivo, entonces, actúa para reducir el azar y eliminar la contingencia. Procura que el objeto a no sea capturado por el goce y su pensamiento se dirige en la búsqueda de la comprobación de que ello no ocurra . Por tanto, le es necesario que el goce pase a la contabilidad; sin embargo, es verificable que la cadena no es capaz de atrapar el goce, entonces la cadena será replicada a nivel de pensamiento. El pensamiento lo llevará a dudar, allí aparecerá la duda obsesiva, ¿y el tiempo? La cadena va a reproducir el goce. El pensamiento lo conducirá a la duda, el tiempo tomará forma de procrastinación.

La prisa, otra de las estrategias del obsesivo para hacer un tratamiento temporal, cumple la función de tapar el agujero por donde retorna el significante en la cadena —aquel que nombraría el goce propio—. Eso que no entra en la cuantificación, entra allí bajo la forma de la prisa. El uso de la prisa permitiría tapar la castración y extraer goce allí, manteniendo al Otro aún completo —por el momento—, manteniéndose el sujeto aún en su síntoma obsesivo.


NOTAS

  1. Miller, J. A. (2000) La erótica del tiempo y otros textos, Buenos Aires, Tres Haches, 2016, p. 21.
  2. Ibíd., p. 20.
  3. Ibíd.
  4. Naranjo, J. A. “La neurosis obsesiva o los paraísos perdidos”, Textos on-line Escuela de la Orientación Lacaniana. Nº 1 – Serie II, 2003.
  5. Lacan, J. (1957-58). El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 413.
  6. Ibíd. p. 423
  7. Miller, J. A. (2000). Op. Cit., p. 24.
  8. Ibíd., p. 27.

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